Luis María Rivas Dávila, nació en Mérida en 1778. A los 17 años ingresó en el Colegio Seminario de San Buenaventura y en 1801 se trasladó a Caracas, donde comenzó a estudiar Derecho, sin embargo no terminó sus estudios, también ese mismo año contrajo nupcias. Rivas Dávila fue el elegido para traer la invitación de su alteza la Junta Suprema de Caracas al Ayuntamiento merideño para formar una Junta Superior Gubernativa defensora de los derechos de Fernando Séptimo, ante la amenaza de pasar todos al dominio de Napoleón. Cumplido su encargo, el joven merideño se enfermó gravemente de fiebre perniciosa, que lo mantuvo en cama por tres meses en Barinas. A duras penas arribó a Mérida en Septiembre, lo que explica porqué nuestra ciudad fue la penúltima en confederarse después de los sucesos ocurridos en Caracas en abril. Cuando regresó a Caracas en calidad de Diputado Especial de la Junta de Mérida ante la Suprema de aquella ciudad, fue designado Comisario Ordenador de los Reales Ejércitos, sin tener ningún conocimiento castrense ni haber disparado nunca un tiro.
Valiosos servicios prestó el prócer merideño a la naciente República, por los cuales fue ascendido por directísima y sin haber sido nunca militar, al grado de Coronel. Sirvió con Miranda en la toma de Valencia en el malhadado año de 1912 y fue también Secretario del Tribunal Revolucionario.
En la Batalla de La Victoria, Rivas Dávila fue mortalmente herido y cuando el cirujano le extrajo de su cuerpo la bala de fusil que le segó la vida, promulgó su discurso sublime: "Llevadla a mi esposa, y decidle que la conserve, y se acuerde de que a ella debo el momento más glorioso de mi vida, aquel en que he perecido, defendiendo la causa de mi suelo. Muero contento: Viva la República".
En palabras de Chalbaud (1983):
Valiosos servicios prestó el prócer merideño a la naciente República, por los cuales fue ascendido por directísima y sin haber sido nunca militar, al grado de Coronel. Sirvió con Miranda en la toma de Valencia en el malhadado año de 1912 y fue también Secretario del Tribunal Revolucionario.
En la Batalla de La Victoria, Rivas Dávila fue mortalmente herido y cuando el cirujano le extrajo de su cuerpo la bala de fusil que le segó la vida, promulgó su discurso sublime: "Llevadla a mi esposa, y decidle que la conserve, y se acuerde de que a ella debo el momento más glorioso de mi vida, aquel en que he perecido, defendiendo la causa de mi suelo. Muero contento: Viva la República".
En palabras de Chalbaud (1983):
Aquí teneis, amables lectores, de cuerpo entero, al verdadero Héroe
de La Victoria, inmerecidamente silenciado, al igual que los héroes
niños merideños, cuando anualmente se conmemora el hecho bélico y se
celebra, en todo el país, el día de la Juventud. (Chalbaud, 1983, p. 132).
de La Victoria, inmerecidamente silenciado, al igual que los héroes
niños merideños, cuando anualmente se conmemora el hecho bélico y se
celebra, en todo el país, el día de la Juventud. (Chalbaud, 1983, p. 132).
Referencia: Chalbaud Zerpa, Carlos (1983). Historia de Mérida. Ediciones del Bicentenario del natalicio del Libertador. Mérida
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