miércoles, 14 de julio de 2010

El adiós del Generalísimo Francisco de Miranda


Luego de ser acusado de traición y entregado a la Corona española, Francisco de Miranda recorre durante año y medio tres cárceles, dos en Venezuela y una en Puerto Rico hasta llegar a la prisión de Las Cuatro Torres del Arsenal de La Carraca en Cádiz. En estos recintos leía y se comunicaba a través de cartas con autoridades y amigos.
El 5 de Enero de 1814, bajo un aguacero descomunal, Francisco de Miranda llega al Puerto de Cádiz con la esperanza de salir airoso de la desventura. Ya en la Carraca, pide a Fernando VII que considere un indulto o un juicio para su persona, pero las misivas nunca se tramitan.
Dos días después de su llegada, Miranda es llevado al penal de Las Cuatro Torres, situado al fondo de la bahía y al sureste de la ciudad. La habitación que le asignan es espaciosa, con vista amplia y buena ventilación. Pero esa ventajas, apenas si alivian al viejo general que a sus 63 años le cuesta demasiado aceptar el entierro. Su corazón está cargado de heridas.
Con su don de gentes, Miranda conquista fácilmente el aprecio y la lealtad de Pedro José Morán, un humilde hombre encargado de ser su carcelero y, de cierta manera, su sirviente. Morán será una pieza clave para facilitar la estadía del Generalísimo en la prisión y para ayudarle en sus contactos escritos con el mundo exterior.
No menos de 20 cartas escribe Miranda desde allí, varias con permiso del propio capitán general de la Provincia de Cádiz, todas ellas centradas en alcanzar su libertad, al amparo del contenido de la capitulación suscrita con Domingo Monteverde. Pero una y otra de esas misivas serán archivadas en el Consejo de Indias, a donde son remitidas, sin darles trámite alguno. Ni siquiera su solicitud de que le abran una causa y le sigan un juicio es tenida en cuenta, por falta de documentación al respecto.
En al prisión, el espirítu combativo y la salud de hierro de Miranda se minan de a poco, sin que él mismo lo perciba. Su periplo terrenal se acerca a su fin, tras una larga jornada en la que ha recorrido casi todo el mundo, ha escrito 63 tomos de sus memorias e impresiones, ha movido la voluntad de cuatro imperios alrededor de su causa, ha combatido en tres continentes y ha amado a mujeres de diversos países.
El gran hombre, una mezcla de sabio, idealista, historiador, político, estadista y militar, se encuentra postrado, herido de esa muerte que lo alcanzará el 14 de Julio de 1816. En ese día histórico, el Generalísimo se amrcha físicamente, pero su ejemplar parábola vital, que es en realidad un testimonio histórico y un patrimonio de todos los pueblos de América Latina, quedará para siempre grabada en nuestra memoria como una auténtica lección de dignidad, coraje y pasión en defensa de la libertad.

Referencia:

Cañón, Luis (2006) El último viaje. En: Cañón, Luis (Ed.), Miranda, El Visionario (pp. 131-133). Caracas: Panorama

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